Por Diego Díaz Pastor, ANALISTA ECONÓMICO – MACROCONSULT
La adjudicación del Gasoducto Sur Peruano marca un hito para la gestión del Gobierno actual, ya que es uno de los proyectos vigentes más grandes en términos de la inversión comprometida y permitiría, en el largo plazo, la masificación del uso de gas natural en el sur del país, una de las promesas electorales del presidente Humala. Dejando atrás las controversias políticas y técnicas en torno al proceso de adjudicación, el foco de la discusión debe ahora orientarse a cómo aprovechar de mejor manera el gasoducto.
La industria del gas natural es muy particular, pues requiere del funcionamiento eficiente de tres segmentos indispensables: explotación, transporte y distribución/comercialización. Con sus 32 pulgadas de diámetro, el gasoducto abre la posibilidad de salida del hidrocarburo desde la selva hacia los potenciales nichos de demanda en la zona sur, lo cual reduce el riesgo percibido por las diversas empresas con licencias cercanas al gasoducto. Sumando a esto las medidas adoptadas recientemente por el Ejecutivo para “destrabar” proyectos de inversión y reactivar el crecimiento de la economía, en los próximos años se vería un impulso significativo en la actividad de exploración que aseguraría la oferta de gas natural del proyecto.
Por otro lado, el proyecto petroquímico de Braskem para aprovechar etano y el desarrollo del Nodo Energético del Sur, que ya cuenta con 1,500 MW garantizados para la fecha de puesta en operación comercial del ducto, asegurarían parte importante de la demanda del proyecto. El Nodo Energético de Chilca, que en época de estiaje puede llegar a consumir el 50% de la demanda del gasoducto operado por Transportadora de Gas del Perú, es una muestra de que la actividad de generación eléctrica es un gran candidato para otorgarle equilibrio económico al Gasoducto Sur Peruano.
Asimismo, se hace viable la exportación de gas natural licuado y líquidos de gas natural a través de terminales en la costa sur del país. Sin embargo, el bajo precio del gas natural en el mercado mundial debido a los recientes descubrimientos y explotación de shale gas en Estados Unidos suponen un panorama desalentador para la rentabilidad que podría obtenerse de esta actividad. En este contexto, la forma más provechosa de exportar dicha energía sería no en la forma de hidrocarburos y derivados, sino de electricidad a Chile.
Sin embargo, este posible escenario implica que el Gobierno deba empezar a planificar una política de exportación de electricidad que sea compatible con los objetivos de otorgarle seguridad al suministro nacional y darle estabilidad y previsibilidad a los precios. Esto es relevante considerando que la demanda chilena podría generar presiones alcistas sobre el precio spot de electricidad (al requerirse mayor generación térmica local); y se tendría que regular la actividad comercializadora de las empresas locales para evitar posibles arbitrajes debido a la diferencia de precios en el mercado, todo esto afectando al consumidor nacional.
