Augusto Rodrich

A ningún fujimorista, empezando por los del ‘ala dura’, debiera quedarle duda de que Keiko Fujimori tenía razón al tomar distancia de dicho sector, porque, como es obvio ahora, en la segunda vuelta –si es que el JNE no la excluye antes– la va a pasar muy mal.

 Esto se constata en encuestas de segunda vuelta como la de Ipsos divulgada el domingo, en donde, salvo que Keiko Fujimori se enfrentara entonces a Alan García, la competencia sería sumamente reñida, incluyendo una eventual derrota con Pedro Pablo Kuczynski (40%/39%).

 Si compitiera contra Alfredo Barnechea el resultado sería 42% para ella y 40% para el candidato de Acción Popular; mientras que contra Verónika Mendoza el score sería 43% para la fujimorista y 38% para la izquierdista. Con el ex presidente García, en cambio, el triunfo fujimorista sería holgado: 48% versus 21% 

Todos estos resultados deben ser tomados con pinzas pues la segunda vuelta recién se realizará, si todo marcha como debe marchar, el domingo 5 de junio, es decir, dentro de tres meses, un plazo  que, en el Perú, equivale como a tres décadas en un país políticamente estable.

 Así, es claro que el equipo estratégico de Keiko Fujimori hizo bien en tratar de curarse en salud para prepararse para esa segunda vuelta hostil, mediante el distanciamiento de ese fujimorismo duro, tanto con declaraciones discordantes con algunos ejes centrales del credo autoritario del partido de su padre, como con la exclusión de la lista parlamentaria de los exponentes más claros de esa corriente salvaje del fujimorismo, como Martha Chávez.

 Y en el camino tuvo relativo éxito expresado en la disminución del antivoto fujimorista –definido como la suma de los que definitivamente y los que probablemente no votarían por Keiko Fujimori–, el cual bajó de más de la mitad de la población hace un lustro, a 34% el final del año.

 Esto fue así, sin embargo, mientras no se percibía un segundo claro en la carrera que Keiko Fujimori viene liderando desde hace cinco años, pero cambió cuando surgió la figura de Julio Guzmán, quien se convirtió en la primera señal de que la candidata de Fuerza Popular no tiene la banda presidencial asegurada.

 Al salir Guzmán por el JNE, ese espacio antifujimorista lo están ocupando PPK, Barnechea y Mendoza.

 En realidad, lo que queda claro es que cualquiera que se despunte buscará convertir la segunda vuelta en una nueva versión del clásico fujimorismo versus antifujimorismo, el cual Ollanta Humala se lo ganó a Keiko Fujimori en el 2011.

 A eso apuntan las marchas contra el fujimorismo que arrancaron el viernes pasado en la Plaza San Martín, las cuales buscan fortalecer el sentimiento antifujimorista.