En un momento complejo como el actual, tan importante como la designación del premier, es la elección de quien presidirá el Congreso.

El premier será, como vocero del Poder Ejecutivo, una figura clave del escenario político nacional, pues deberá articular la convivencia entre un gobierno políticamente débil, y una oposición muy fuerte en el Congreso, con la capacidad de detener las iniciativas gubernamentales y traerse abajo a los integrantes del gabinete.

En ese sentido, la oficialización de la designación de Fernando Zavala, que el presidente electo Pedro Pablo Kuczynski realizó este domingo, parece un acierto por su vocación por el sector público y amplia trayectoria en el mismo –desde Indecopi hasta el MEF– y privado, donde se desempeñó hasta ayer como CEO de Backus, lo cual asegura la perspectiva de aplicar su capacidad administrativa al Estado, a lo cual debe agregarse su honestidad, integridad, tolerancia, habilidad conciliadora y no tener anticuerpos en el mundo político.

Pero, como se sabe, se necesitan dos para bailar tango, por lo que será necesario que en la otra orilla, la del Congreso de la República, también existan personas con la sensatez, actitud y capacidad suficientes para, sin dejar de ser oposición, ejerzan el liderazgo requerido para encauzar un diálogo que sea provechoso para el país.

Esto es particularmente relevante no solo por la aplastante mayoría de Fuerza Popular en el Congreso sino por el sentimiento –que más parece resentimiento– debido a la profunda frustración que les produjo a sus integrantes una derrota electoral que, apenas unos días antes de la votación, creían que sería un triunfo contundente.

Entre las personas voceadas para presidir el próximo parlamento –que es claro que debe ser alguien de Fuerza Popular como agrupación mayoritaria–, la congresista Luz Salgado es la persona más apropiada para desarrollar la tarea de defender las posiciones de su partido, pero sin que esto se convierta en una obstrucción para el país.

Sobreviviente de la primera generación de Cambio 90 que ha sabido reencaucharse políticamente, Salgado puede asumir el liderazgo de una bancada enorme pero que, por eso mismo, puede descontrolarse, y ayudarla a sacarse la sangre del ojo que le impediría actuar de un modo positivo.

Salgado tiene un estilo dialogante que la distingue de varios de sus colegas a quienes el entusiasmo suele oscurecer el pensamiento, como ocurre con su principal rival, Cecilia Chacón.