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ANÁLISIS
Bonelli: Cómo se fue Costantini. Olivera: Mensaje para la Argentina gradual
23/12/2016

La verdadera historia de cómo Isela Costantini se fue de Aerolíneas Argentinas

MINING PRESS/Carín

MARCELO BONELLI

Isela Costantini se resistió al desembarco privilegiado de Avianca en el mercado aerocomercial doméstico. Se trata de un proyecto que la Casa Rosada alienta para que comiencen a concretarse inversiones en la Argentina. Esa posición fue uno de los motivos centrales que desencadenó su abrupta e inexplicable salida del equipo de Gobierno. Y así terminó la experiencia política de Cambiemos de incluir a una eficiente ejecutiva para comandar a la estatal Aerolíneas Argentinas. La contracara del descontrol de Mariano Recalde.

El otro hecho puntual ocurrió el domingo: la Jefatura de Gabinete no le perdonó a Isela que tuviera una actitud condescendiente con el paro del lunes pasado y les facilitara las cosas a los gremios con la decisión empresaria de suspender directamente los vuelos. Ambas causas detonaron la ya explosiva relación que ella mantenía con Gustavo Lopetegui, Mario Quintana y Guillermo Dietrich.

El trío utilizó esas inflexibles posiciones para empujar a Costantini definitivamente del Gobierno. La “ejecutiva” no compartía que a la futura inversión de Avianca se le otorgaran privilegios. De la mano del empresario Carlos Colunga –de fuerte llegada a la Casa Rosada– Avianca pretende obtener rutas clave para invertir en la Argentina. Colunga es vicepresidente de Avian Líneas Aéreas, la subsidiara de Avianca que adquirió 12 aviones con la idea de operar las mejores rutas del país. Antes dirigía Mac-Air, la firma de Franco Macri que fue vendida a Avianca.

Desde el inicio, Costantini tuvo un fuerte enfrentamiento con Lopetegui. El vicejefe de Gabinete –fue jefe de LAN y es experto en el negocio– propició acelerar la política de “cielos abiertos” y pidió, desde el inicio, cirugía sin anestesia para el déficit de Aerolíneas. Las peleas entre Costantini y Lopetegui derivaron en una decisión del Presidente para evitar cuestionamientos éticos : hace meses decidió que Costantini sea auditada por Quintana y no por Lopetegui.

Guillermo Dietrich fue el encargado de cuestionar la flexibilidad con los gremios. Primero, por los fuertes aumentos acordados en las paritarias –pilotos, del 49 %– y después por lo ocurrido el lunes. El viernes pasado nada hacía presagiar la crisis. El presidente Mauricio Macri estuvo a solas en Olivos con Isela, Dietrich y Quintana. Hablaron del futuro de Aerolíneas, y Costantini defendió su posición sin sobresaltos.

La salida de Costantini opacó la desgastante negociación por Ganancias. Ayer terminó todo con éxito, pero la cuestión reflejó el inadecuado manejo político inicial del Gobierno. Héctor Daer, de la CGT y diputado nacional por el Frente Renovador, inauguró así el primer encuentro con el Gobierno: “Mario, entiendo que no quieran poner el impuesto al dólar futuro, porque vos te vas a perjudicar económicamente”, dijo. Mario era Quintana. El hombre fuerte de la economía respondió : “Yo no voy a pagar, porque no gané ni un peso con el dólar futuro.” Ocurrió hace una semana. La reunión clave fue en la casa de Sergio Massa. Ahí las cosas estaban más distendidas: todos querían una salida al costoso conflicto político. Quintana y Rogelio Frigerio no ahorraron críticas hacia Alfonso Prat- Gay. Frigerio dijo : “Alfonso le llenó la cabeza a Mauricio”. La negociación estuvo a punto de naufragar cuando se discutió el monotributo y las exenciones a jubilados. Pero la flexibilidad de la dupla Frigerio-Quintana permitió llegar a buen puerto y sacar un proyecto de consenso.

Prat- Gay fue cuestionado en la Casa Rosada. Pero el ministro reivindicó entre sus íntimos que su dura posición inicial le permitió al Gobierno acordar un proyecto unánime sin un elevado costo fiscal. Según Economía, asciende a $ 33.000 millones y en el Congreso se habló de $ 50.000 millones. Por eso en Wall Street persisten las dudas: ¿puede el Gobierno aprobar leyes, sin grandes concesiones en nuevos gastos? Los informes de los bancos de inversión insisten en que las últimas leyes implicaron un taxi fiscal que aumenta el gasto y el déficit.

En la comunidad de negocios hubo ayer una conmoción por la admisión de la poderosa firma Oderbrecht del pago de coimas al gobierno de Cristina Kirchner. Es la primera vez que una empresa confirma un método sobre el cual nadie dudaba: los retornos para adjudicar obras públicas en la era kirchnerista. La noticia volvió a inquietar a la Cámara de la Construcción, que hasta ahora salió airosa de las denuncias de corrupción. Ningún juez la involucró ni la investiga.

Por el momento, la declaración de la firma brasileña no incluye nombres de funcionarios. Pero hubo sólo tres personas que decidieron la adjudicación de las megaobras públicas a Odebrecht: Néstor Kirchner, Cristina Kirchner y Julio de Vido. La firma pagó honorarios a la inmobiliaria familiar. Para el Gobierno, también es un serio problema: Odebrecht participa del consorcio que construye el soterramiento del Sarmiento. Según fuentes de la investigación internacional, existen otras compañías de la Argentina sospechadas y hay –al menos– dos intermediarios individualizados: uno de ellos es un conocido miembro de la farándula de resonantes romances con divas de la TV.

Aerolíneas, un mensaje para la Argentina gradual

LA NACIÓN

FRANCISCO OLIVERA

La renuncia de Isela Costantini a la conducción de Aerolíneas Argentinas, decisión fundada según el comunicado de la protagonista en "motivos personales", merece ser interpretada según la lógica de dos respuestas elocuentes que, anteayer, casi como acto fallido, la propia ejecutiva daba a quienes en esas oficinas le expresaban sorpresa por la noticia. "Yo me enteré ayer", contestaba, y agregaba, ante la insistencia sobre hasta cuándo se quedaría en la compañía: "Hasta que consiga trabajo".

Lo decía con voz triste. Era evidente que no había imaginado estar frente a esa situación. La habían notificado el día anterior, después del mediodía, pero todo trascendió a los medios recién el miércoles, momentos antes de que ella convocara a sus gerentes para explicárselo. "A mí también me lo dijeron ayer", repetía a su vez Mario Dell'Acqua, designado reemplazante interino, mientras intentaba al mismo tiempo apaciguar dudas de dirigentes gremiales que lo consideran un recién llegado a esta industria. "Estuve en Techint, conozco la planta", llegó a enumerar.

Costantini arrastraba en realidad varios contrapuntos con la Casa Rosada. No había logrado nunca ponerse de acuerdo en el modo de administrar una compañía que, piensa el Gobierno, requiere un ajuste mucho más drástico y cualitativo que el que ella venía aplicando. Más allá de que ha conseguido reducciones de gastos reales y hasta mejoras como consecuencia de una combinación de méritos, cuestiones contables y factores locales e internacionales, Aerolíneas Argentinas es todavía el gradualismo dentro del gradualismo. Y estas divergencias con el poder central fueron cada vez más evidentes, a tal punto que la propia ejecutiva llegó a revelarlas a mitad de año, durante una de sus tantas conversaciones con miembros de la Asociación del Personal Técnico Aeronáutico, que conduce Ricardo Cirielli. Fue el día en que contó, en confianza, que había funcionarios de Pro sorprendidos por la escasa cantidad de conflictos gremiales que tenía la compañía. En el entorno de Macri, donde tallan Mario Quintana y Gustavo Lopetegui, llegó a molestar tanta complicidad. Ahí todavía creen, por ejemplo, que por momentos Costantini se comportaba más como una aliada sindical que como la líder de una compañía sobredimensionada e inviable.

Y esta conclusión, que fue ganando peso dentro del Gobierno, quedó más de una vez corroborada desde el ámbito gremial, donde solía elogiarse permanentemente el camino elegido por la empresa. ¿Cómo será tomar una verdadera medida de fuerza contra una patronal que, a diferencia de otras, ni siquiera nos genera bronca?, se preguntaban los representantes de los trabajadores, los mismos que ahora han decidido defender públicamente la gestión de Costantini. Cabría aquí una vieja máxima que Carlos Melconian repetía en sus tiempos de analista: "El ajuste es como los abdominales: si no te duele, los estás haciendo mal".

Este compendio de razones confluyó para que todo explotara el lunes pasado, durante una reunión que la desplazada tuvo en el Ministerio de Transporte con el jefe de esa cartera, Guillermo Dietrich, con quien venía chocando casi sin disimulo. La discusión fue esta vez menos conceptual que específica: atendiendo una sugerencia de los abogados de Aerolíneas Argentinas, Costantini le transmitió al ministro que lo más razonable era que la empresa estuviera presente para defender sus intereses en la audiencia pública para licitación de rutas que, el próximo martes, debe desarrollarse en la sede de la Administración Nacional de Aviación Civil (ANAC). Esta convocatoria, la primera que se hace en la Argentina desde 2005, incluirá una cuestión sensible a toda industria aeronáutica en el mundo: la incorporación de nuevos competidores al mercado, en este caso, compañías como Avianca o Fly Bondi. ¿Cómo asimilar semejante cambio de paradigma en una estatal habituada durante tantos años a tener rentabilidad sólo en las rutas en donde es monopolio e, incluso, a recibir pequeñas ventajas del regulador, como la exclusividad de las rampas de Aeroparque, donde los pasajeros de otras líneas aéreas debían resignarse a esperar hasta 40 minutos para bajar de los aviones por falta de infraestructura? Será entonces una buena oportunidad para "hacer gimnasia durante cuatro años", un consejo que Alfonso Prat-Gay suele darles a industriales de otras ramas.

El meollo del asunto está en el rol que Aerolíneas Argentinas, una sociedad anónima que debería manejarse con criterios de independencia respecto del Gobierno, tendría que cumplir en esa audiencia. ¿Cabría esperar que defendiera sus intereses como corporación, argumentando que la apertura podría amenazar su solvencia o, en cambio, que avalara la estrategia del árbitro del sector, que es la Casa Rosada? Un viejo dilema de las empresas públicas. Y si optara por la segunda opción, ¿ese respaldo público a la llegada de su propia competencia no la expondría a demandas por mala administración?

Aquel desencuentro terminó de precipitar el final. La idea de Costantini sobre una puesta a punto paulatina, que ella expresaba cada vez con mayor convencimiento, llegó a entreverse en sus discursos, en sus declaraciones periodísticas, en sus cartas al personal y hasta en informes internos que resaltaban una significativa reducción de los subsidios requeridos por la compañía. Estas iniciativas, más la precaución de no tocar destinos internacionales que dan pérdida, pero que el sindicalismo supone emblemáticos e históricos, le valieron un amplio respaldo de los trabajadores. "Bajó el gasto diario de dos millones de dólares a 820.000 sin enfriar las operaciones: ¿por qué no le dan el Ministerio de Economía?", decían con ironía anteayer, apenas enterados de la renuncia. Pero en el círculo de funcionarios que rodea al Presidente, donde sueñan con una Aerolíneas Argentinas verdaderamente competitiva, no tomaron en serio o acaso juzgaron insuficientes estos números.

"Fue una decisión tomada de común acuerdo", les contestó Dietrich a dirigentes sindicales que le preguntaron el miércoles las razones del final. "No vemos trauma en este fin de ciclo", dijeron la nacion en la Casa Rosada.

El alejamiento de Costantini, una ejecutiva que resignó hace un año la posibilidad de conducir una filial de General Motors en China para abocarse a esta utopía aeronáutica, puede ser considerado apenas un desencuentro administrativo y personal. Pero, visto en perspectiva, parece más bien un fallo ejemplificador para el resto de la economía en la ardua batalla por la competitividad, un objetivo que Macri todavía no ha resignado.

Este año, que empezó con dificultades para bajar subsidios a la energía y terminó empantanado en una discusión sobre el alcance del impuesto a las ganancias, dejó al menos una certeza para la ortodoxia de Cambiemos: el jefe del Estado, que solía jactarse durante su gestión porteña de haber podido sortear embestidas judiciales que demoraron varias de sus medidas, sigue convencido de que el país no crecerá en serio si no baja el gasto público.

El despido de Costantini cobra así una mayor dimensión. Es un ensayo y un mensaje en medio de la Argentina gradual.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews