SEBASTIÁN SAHARREA

La vitivinicultura y la minería son las dos actividades generadoras de actividad excluyentes. Una por las importaciones y otra por las retenciones, tuvieron alboroto. El 2017 que les espera.

Puesto a elegir un momento del año que termina que le quedó atragantado, una foto, un instante, el gobernador Sergio Uñac eligió sin dudar a la imagen de los camiones ingresando de Chile cargados de vino elaborado para ser embotellado y distribuido en Argentina.

Es natural, la proliferación de esas escenas marca que algo no anda bien. Si se diera por válido que el modo de garantizar precio es ingresando producto chileno en un mercado argentino tapado de excedente que el propio Estado subsidia para retirar, implica eso la cúspide de la sinrazón.

Algo de eso hay. Atarse a recetas dogmáticas como una supuesta libertad de mercado en pleno auge del proteccionismo enharbolado por la economía más poderosa del mundo, con el triunfo de Donald Trump de la mano del cierre de fronteras a productos que deprimen los precios locales, suena a demodé.

Además de un verdadero contrasentido: ingresar vino chileno a bodegas de Mendoza y San Juan, dos provincias que disponen de toda la línea bien lubricada –parrales, cuadrillas, bodegas, uva en fresco y pasas, mostos-, significa con cierta lógica que esas labores tendrán ahora competencia extranjera. Que no hay protección para ellos, y que el propósito es bajar los precios de la cadena, lo que termina impactando en el último eslabón: lo que recibe el productor. Justo en el año en que empieza a pintar una mejoría.

Aunque, en realidad, la respuesta que imaginaba este periodista al momento de la pregunta del momento más amargo al gobernador en Paren las Rotativas (domingos por Telesol), era el del segundo derrame en dos años en Veladero, una imagen que nunca debió ocurrir y que puso al mandatario en la delicada situación de conjugar una sanción ejemplificadora con el pulso para no patear una actividad generadora de empleo bien pago de efectos demostrados en la economía local. Tanto cuando funciona al máximo, como cuando no funciona.

Así haya sido la una o la otra, ambas actividades representan hoy la base productiva de San Juan de manera excluyente. La economía de San Juan está sellada hoy por los precios de su industria madre como lo hizo siempre desde hace décadas, también del ritmo de los metales y clima de negocios mineros. Lo conocen de sobras las miles de espaldas sanjuaninas que ponen el lomo a diario, en los parrales o en los yacimientos. O en las oficinas, o en los mercados.

Allí está la virtud de estos tiempos. Parece haberse acabado el tiempo de los "o”. O vitivinicultura, o minería. Hoy es "y”, afortunadamente. Para lo bueno y para lo malo. Y este año, ambas protagonizaron sobre fin de ciclo momentos de tensión. En general, por asuntos resueltos en la órbita nacional, pero de impacto certero sobre el mercado local. Lo que hizo irremediable el surgimiento de acciones, negociaciones disparadas desde el territorio afectado.

En el tema vitivinícola, se le nota la amargura al gobernador Uñac por la decisión nacional de habilitar el ingreso de productos de Chile que irremediablemente impactarán a la baja los precios locales. Lo dijo claramente en Paren: justo este año que comienza a ser percibido un cambio en la curva de los valores tanto de uva como del vino. Justo ahora.

Peor aún, sin respuestas desde la secretaría de Comercio nacional a la que acudieron los productores y bodegueros junto al ministro Díaz Cano y de la mano del diputado macrista Eduardo Cáceres, un hombre del riñón oficialista más dilecto, la respuesta no abrió ni siquiera una mínima expectativa de reconsideración.

Llamó la atención la tenue reacción de los sectores impactados, en especial el bodeguero. Puede entenderse para quienes comprenden la ecuación vitivinícola: las bodegas será las que menos pierdan, y hasta las que ahorren con el ingreso desde Chile, mientras la depresión se traslade al productor.

Por ahora, la medida nacional de habilitar el ingreso del exterior no se ha hecho sentir en la pizarra, tanto como en la expectativa. La temporada de uva en fresco comenzó floja en embarques para que Europa se coma las 12 uvas navideñas made in San Juan. Para la vendimia, la intención oficial es que la uva valga, pese al obstáculo librecambista nacional.

En materia minera, el alboroto estuvo en el arduo debate por las retenciones, coronado en paz luego de presiones y negociaciones entre la Nación y los gobernadores que esta vez llegaron a buen puerto. Y que cerraron un año intenso de la actividad, por noticias menos relacionadas con la producción que con los escándalos: lo citado de Veladero y el revuelo de los residuos mineros arrojados por la chilena Pelambres del lado sanjuanino.

Pero el hecho que puso a la minería en el ojo de la tormenta fue la sorpresiva reaparición de las retenciones, eliminadas en los primeros pasos del gobierno de Macri, y restituidas como compensación para el fisco nacional por lo que iba a perder ante la elevación de los pisos del impuesto a las ganancias.

Volvió así al debate un tema árido para ser explicado a nivel nacional. Con la complejidad política de que ese proyecto que armó el coctel entre la minería y el juego para compensar lo que se llamó durante un tiempo largo el "impuesto al salario” (y que muchos portavoces feroces de ese mensaje hace una época parecen ya haber olvidado), fue aprobado en Diputados e iba derecho a convertirse en ley en el Senado.

Más aún, el voto de los legisladores locales levantó polvareda generosa. Era una tormenta perfecta: revuelo político por las manos levantadas en el polémico proyecto de Ganancias que perjudicó a la minería argentina-sanjuanina, y un sector empresario local alzado en armas contra esa decisión.

Así fue que en la última semana el gobernador Uñac pegó un pleno. Porque tuvo un rol de protagonismo en las negociaciones de los gobernadores con la Nación por cómo serían esas compensaciones de un impuesto coparticipable como Ganancias que se deja de percibir en parte.

Y porque consiguió que ese menú de posibilidades que había abierto el proyecto Masa-PJ aprobado en Diputados quedara fuera del papel, con lo que dejó automáticamente de correr el fantasma de la restitución de las retenciones mineras.

Le queda ahora como deberes al sector minero completar lo que todavía no ha sabido hacer a lo largo de toda su existencia en el tapiz sanjuanino. Explicarse en los grandes escenarios nacionales y tratar de ser comprendida. Estuvo forzada a hacerlo otra vez por emergencia parlamentaria, otra vez las empresas metieron la cabeza debajo de la arena. ¿Alguna vez comprenderán?