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ANÁLISIS
Vaca Muerta x3: Escriben Morales Solá, De Goñi y Roa
11/01/2017

Nuevas condiciones de trabajo para revertir el retroceso

ENERNEWS/La Nación

JOAQUÍN MORALES SOLÁ

 

Si finalmente Vaca Muerta resucitara, los acuerdos anunciados ayer quedarán como una de las decisiones históricas de Mauricio Macri, tal vez la que más permanecerá en el tiempo y en la memoria colectiva. Podrá anotársela junto con el fin del cepo cambiario, con el acuerdo con los holdouts o con el exitoso blanqueo de capitales argentinos no declarados. Éstas últimas tres decisiones se agotarán en sí mismas. Vaca Muerta, en cambio, podría dotar al país, dentro de varios años y de miles de millones de dólares, de autoabastecimiento petrolero y gasífero; de mayor capacidad de producción agroindustrial, y de más puestos de trabajo en una economía que tendrá resuelto uno de sus problemas básicos (el suministro de energía).

Hace dos años, los economistas argentinos solían decir en voz baja que uno de los aciertos de la historia fue no haberle dado a Cristina Kirchner el manejo de esos inmensos recursos. Se hubiera convertido en presidenta vitalicia. De hecho, la decisión de expropiarle YPF a la española Repsol (con los métodos de una confiscación) tuvo el argumento oculto de que el Estado argentino se hiciera cargo de la explotación de Vaca Muerta. YPF tiene la concesión de un tercio del territorio de Vaca Muerta y en 2011 confirmó oficialmente la existencia y la magnitud del yacimiento.

Un año después, en 2012, Cristina decidió la expropiación de YPF, pero entonces el precio del barril de petróleo estaba en casi 120 dólares. El valor del petróleo registró una caída vertical a partir de fines de 2013, que terminó depositando el precio en menos de 26 dólares en febrero de 2015. El shale oil y el shale gas (cuya extracción es también más cara) dejaron de ser económicamente viables. El precio del barril subió un 100 por ciento en el último año; ahora está en casi 53 dólares.

Aquel riesgo que al final no sucedió debería obligar a una política de Estado sobre el uso de los eventuales recursos de Vaca Muerta. Si bien es improbable que Cristina Kirchner vuelva algún día al poder, la posibilidad de un regreso al populismo no debe descartarse. Otra experiencia populista podría despilfarrar Vaca Muerta en una o dos décadas. Otro aspecto que merece una política de Estado debería referir a los aditivos químicos que se utilizarán en la explotación del yacimiento no convencional. El elemento que más se necesita para la explotación del petróleo y el gas no convencionales es el agua, pero hay un porcentaje pequeño (no por eso menos importante) de aditivos químicos, que ya provocaron denuncias por afectación de la salud en los Estados Unidos. Europa ha fijado reglas más claras para lo que es sólo allí la exploración de esa clase de combustibles.

La Argentina tiene el segundo yacimiento de gas no convencional, después de China, y el cuarto en petróleo, después de Rusia, Estados Unidos y China. Al revés de lo que sucede en esos países, Vaca Muerta está lejos de centros urbanos (en el desierto, virtualmente). En los otros países, los yacimientos están cerca (o debajo) de ciudades o pueblos, lo que dificulta la extracción. Esa situación convierte a Vaca Muerta en el yacimiento de shale oil en mejores condiciones en el mundo para su explotación.

Tampoco el caso del petróleo y el gas no convencionales significará una confrontación con la política proteccionista que anuncia Donald Trump. Los combustibles están donde están, no donde Trump quiere que estén. Es improbable que el próximo presidente norteamericano le declare también una guerra inútil a la geografía. La Argentina de Macri es, además, una especie de jardín en el paraíso para las inversiones de las petroleras, que deben vérselas, salvo excepciones, con autócratas árabes, rusos o latinoamericanos en la mayor parte del mundo. El petróleo está donde está, para todos los casos.

Otra novedad del acuerdo firmado ayer por Macri fue la aceptación gremial de nuevas condiciones de trabajo. No significa precarización, sino el comienzo de un proceso que debería modificar el viejo sistema que dejó un país con el 32 por ciento de pobreza y con el 35 por ciento de trabajo en negro. La dirigencia sindical argentina es vieja porque se remonta al discurso y a las cosas de los tiempos de Perón o a los postulados icónicos de la izquierda. El problema de esas premisas es que la historia ha cambiado, no sólo en la Argentina, sino en el mundo. En 2011, las cinco principales empresas norteamericanas eran petroleras o bancos, salvo una excepción que provenía de las nuevas tecnologías (Apple). En la medición de 2016, las cinco principales empresas de la mayor economía del mundo son tecnológicas. Estas cinco empresas de ahora dan trabajo a menos del 20 por ciento comparadas con aquellas de hace cinco años. Es un problema que requiere de una reflexión profunda, económica y también moral sobre el mundo del trabajo. Lo único que no se puede hacer es intentar retroceder el reloj del tiempo. Sería tiempo perdido.

Macri le habló al jefe del sindicato petrolero, el también senador Guillermo Pereyra, con la experiencia acumulada como empresario. Le ofreció cambiar ciertas condiciones de trabajo (por ejemplo, los petroleros cobraban como horas extras el viaje en taxi a su lugar de trabajo) a cambio de aumentar en un 50 por ciento el número de afiliados a su sindicato. Trato hecho. La industria en general camina hacia la robotización, mientras los sindicatos aquí siguen hablando como lo hacía Lorenzo Miguel en los años 70. ¿El mundo irá hacia un trabajo más eficiente, moderno y placentero o condenará a millones de personas a la desocupación? Ésa es la pregunta verdadera y su respuesta la tienen no sólo los empresarios, aunque ellos también, sino los sindicatos.

Los metalúrgicos de Tierra del Fuego aceptaron también nuevas condiciones de trabajo. Las empresas que los contratan están siendo seriamente presionadas para bajar los precios de productos que se consiguen a precios mucho más baratos en países limítrofes. Las colas de argentinos en los pasos cordilleranos con Chile para conseguir artículos a mejores precios es una vergüenza para cualquier gobierno argentino. El sindicato de los mecánicos aceptó de igual modo condiciones diferentes de trabajo en las automotrices, la industria argentina que más está avanzando en la robotización de sus plantas. El costo laboral en la Argentina, para el mismo rubro, es un 70 por ciento más caro que en Brasil y un 110 por ciento más caro que en México.

Si se piensan políticas para disminuir la desigualdad (uno de los problemas más graves de América latina) y para crear puestos de trabajo, la baja del costo laboral no debería ser un problema, sino una solución. La idea del ministro Jorge Triaca de convertir los subsidios al desempleo en parte de un salario de trabajo real es también una iniciativa que no debería provocar rechazo gremial. Otra cosa son las declaraciones de su secretario de Empleo, Miguel Ponte, que convirtió el trabajo en el ejercicio de "comer y descomer". Es el problema de comunicación que tiene el Gobierno. Es, también, otra historia.

Vaca Muerta ahora tiene un nuevo horizonte legal para sus contratos

EL CRONISTA

HERNÁN DE GOÑI

El aspecto más importante del acuerdo anunciado ayer para la producción de petróleo y gas no convencional en Vaca Muerta no es el marco laboral flexible que aceptó el gremio petrolero. Su mayor valor radica en la fijación de un horizonte para los contratos de las empresas que quieren apostar a este yacimiento (el segundo a nivel mundial en shale gas), algo que hasta ahora era difuso, y que gracias a la participación sindical y de la provincia de Neuquén, consolidará las reglas de juego que empezaron a ser fijadas a lo largo de 2016.

 El Gobierno había concentrado su esfuerzo inicial en determinar un sendero de precios para el sector. El Plan Gas y el subsidio al precio interno del crudo (conocido como el barril criollo) aseguraban valores sostén a los productores. Se le sumó la actualización del precio en boca de pozo, con una fórmula de ajuste que llega al menos hasta 2019. Sin embargo, las inversiones no se activaron. Por el contrario, hubo frenos notorios como el de la propia YPF.

El precio internacional bajo achicó el flujo de fondos de las empresas y su capacidad de endeudarse. Por esa razón, los grandes jugadores fueron muy selectivos a la hora de elegir un terreno para crecer. 

Ahora el Plan Gas fue extendido a 2019, aunque para su vencimiento para el denominado gas nuevo reconocerá un valor descendente de u$s 7,50 a u$s 6,50. Su vigencia hasta ahora favoreció un alza de 5% en la producción de gas, y la expectativa del sector privado es que esa cifra se multiplique. 

Todavía no se conoce la letra chica del acuerdo firmado ayer. Tampoco el que establece la convergencia del barril criollo al precio de mercado. Pero crea un encuadramiento que por lo menos ya agradó a los inversores. La inversión requerida para desarrollar un pozo de shale era de u$s 14 millones, y el objetivo es reducir ese costo a u$s 9 millones (que todavía será 30% superior a lo que cuesta en EE.UU.). La esperanza oficial es que los dólares petroleros empiecen a fluir. Una vez más, la pelota quedó del lado de las empresas.

Al final Vaca Muerta no estaba tan muerta

CLARÍN

RICARDO ROA

Es de lejos la mayor apuesta inversora del Gobierno. En un sector donde la Argentina tiene ventajas comparativas como pocos países. Y al mismo tiempo un enorme agujero negro que costará años y millones de dólares tapar. Con el kirchnerismo perdimos el autoabastecimiento y entramos de lleno en la dependencia energética. La esperanza se sintetiza en dos palabras: Vaca Muerta.

Hasta ahora los intentos de revivir Vaca Muerta no dieron los resultados esperados. Está perforada pero poco y respira poco y nada. Es el segundo o tercer reservorio mundial de petróleo y gas no convencional, caro de sacar pero que a Estados Unidos lo sacó de su dependencia de la importación.

Tanto que el precio internacional del barril bajó a la mitad. Ahora está subiendo y eso achica la diferencia con su alto costo de extracción y estimula aquí la enorme inversión necesaria, tan grande como los resultados que promete.

La vaca muerta será muy rica pero si no cambian las cosas seguirá muerta. La clave es bajar costos para atraer inversiones y que haya inversiones. Hacia allí apunta el anuncio que hará hoy el Gobierno después de una trabajosa negociación con los gremios, las empresas y las provincias involucradas.

La idea de Macri era que la presentación en sociedad se hiciera el 13 de diciembre, día del petróleo. Las tratativas perdieron pie cuando faltaba darle algunas puntadas al corazón del acuerdo: los cambios en modalidades de trabajo de los petroleros. Guillermo Pereyra, senador y jefe del sindicato, reclamó la participación personal del Presidente para destrabar la discusión.

Los turnos volverán a ser de 8 horas y no de 12 con la carga de horas extras que al final los petroleros no querían hacer porque se las comía Ganancias, otro raro costo argentino. Y se reducirán dotaciones por turno aunque ampliando las posiciones para que no haya despidos. Se pagarán las horas de trabajo reales: ya no habrá las llamadas horas taxi que incluían como trabajadas las del viaje de casa al trabajo y del trabajo a casa.

Todo esto es flexibilizar condiciones de trabajo con la intención de promover más trabajo y trabajo bien pago. Pero en el diccionario macrista y en el diccionario sindical la palabra flexibilización está prohibida. Es mala palabra desde que la usó el alfonsinismo y el menemismo: se la asocia al retroceso laboral.

Con ella nació el concepto de contratos basura. Como si fuera una mancha venenosa, el ministro Triaca salió a despegar el sistema de pasantías que proyecta de cualquier clase de flexibilización. Podría haber avisado a su Secretario de Empleo que flexibilizara su discurso. Hablando de lo mismo, el ex Techint Miguel Angel Ponte dijo: “la posibilidad de entrar y salir del mercado laboral es una esencia del mundo laboral como es en el organismo humano comer y descomer”. O sea, comer y hacer caca. Pavada de comparación.

La inmensa mayoría de los convenios colectivos están cristalizados desde el 75. Las condiciones de trabajo quedaron congeladas desafiando los cambios tecnológicos y organizativos. Expresan un país que ya no está. Salvo excepciones, en estos 40 años las paritarias se limitaron a negociar salarios. Es decir a discutir el ahora. Al futuro se lo dejó para el futuro.

Con los petroleros las dos cosas pueden ir juntas. Mejorar la productividad laboral es un paso necesario e importante. Pero lo que finalmente cierra el círculo son las inversiones.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews