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OPINIÓN
Asís: Karma del apellido y escándalos autogenerados. Scibona: Medio lleno, medio vacío
01/03/2017
ENERNEWS/El Cronista

Imagen de JORGE ASÍS

Por Jorge Asís

Karma. Energía trascendente (invisible e inmensurable) que deriva en actos de las personas. Creencia central en las doctrinas del hinduismo.
Auto-acosado, el Tercer Gobierno Radical tiene que resolver los problemas que el mismo se genera.

Desaciertos que en sociedad se presentan, perdonablemente, como “errores”.
Sin embargo “detrás de cada equivocación siempre hay un chanta”.
(Lo sentenció el cuentista Isidoro Blaistein, en un arrebato de ingenio).

La Rotonda

A medida que el TGR se hunde solo en la ciénaga de su funcionamiento, se agravan, en simultáneo, los dramas verdaderos de la “herencia recibida” (pretexto del que ya no pueden abusar).

Al diluirse entre los escándalos autogenerados, se extiende invariablemente el rencor hacia todo aquello que pueda asemejarse a una alternativa.

En la desertificación ideológica, típica del país anclado en la emergencia intelectual, las alternativas no abundan. Al contrario.

La Rotonda es demasiado previsible. Los caminos que se abren son conocidos, la posibilidad de extraviarse es relativa.

La coalición de los fibrosos radicales, más el séptimo sello de la señora Carrió, La Demoledora, y el PRO, partido hegemónico de Mauricio Macri, debe convivir con los papelones que se amontonan.

No pueden evitar que se dirija la atención hacia la Franja de Massa. O a la concatenación de fragmentos dispersos que suelen invocarse como peronismo.

Según Domingo Cavallo, El Corralero, la Franja de Massa es como alternativa “mucho peor que la del kirchnerismo”.

Con seguridad Cavallo lo confirma por la influencia rectora, en la Franja, de dos de sus denostados. Roberto Lavagna, La Esfinge. Y José Ignacio de Mendiguren, El Frate Entusiasta.

Terror a la fotografía

La astucia de Sergio Massa, Titular de la Franja, resulta insuficiente pero trepa en las encuestas. Cree que debe succionar entre los apoyos del macrismo desencantado, para construir ilusoriamente la “ancha avenida del Medio” que existe, tan sólo, en la planificación discursiva.

Si se traspasa rápido la atención de la Franja de Massa no queda otra alternativa que atender el fenómeno colmado de franquicias del peronismo. En cualquier momento, al olfatearse el aroma del poder, las franquicias suelen recomponerse. Para elaborar una fotografía distinta a la del menemismo o kirchnerismo. Hoy se encuentra sin líderes pero con multiplicidad de dirigentes que estimulan secretamente el afán de liderazgo.

Y es precisamente una fotografía relativamente improvisada la que desplegó el repentino terror hacia el retroceso.

Concentra a mini-gobernadores del Grupo Esmeralda, como Martín Insaurralde, El Jésico, junto al inquietante Grupo Fénix, que contiene la oposición territorial de La Matanza, representada en Fernando Espinosa, Argentino Ledesma.

Massa_Insaurralde

Ambos Grupos, Esmeralda y Fénix, aparecen en la postal acompañados de Máximo, En El Nombre del Hijo. Lo que significa confirmar: por La Doctora.

Fotografía que anticipa un retroceso demasiado rápido. Fortalece la pasión racional del antiperonismo.

Es un virus (el antiperonismo) que se apodera de los republicanos enternecedores.

Crédulos fáciles con utópicas intenciones. Casi convencidos que la tentación populista había culminado. Merced a la irrupción transformadora de Mauricio, y a las claves filosóficas aportadas por el pensador Durán Barba, El Equeco, yRozitchner junior, Profesional del Entusiasmo.

Por la debacle anticipada del TGR y sus “errores” míticos, los “caranchos” -según editorialista de La Nación- vuelven prematuramente a reproducirse y obstaculizar a La República.

Sin siquiera recurrir a la clásica intención de re-significarse con un flamante discurso pragmático. Ni con el estreno de otros rostros.

De ningún modo. Vuelven los de siempre. Rostros que el gorilismo creía haber desterrado para siempre.

No obstante, por los “errores” cometidos, los “populistas” plantean el objetivo del regreso. Para comportarse, con seguridad, peor que antes.

Consecuencias del gorilismo racional que se convierte en género literario. Y que peroniza, de manera anárquica, a una parte de la sociedad que dudaba.

En el país donde todo, invariablemente, termina mal (pero nunca con tanta celeridad).

La Doctora y el fracaso de Clarín

La vigencia política de La Doctora marca la magnitud del fracaso del Grupo Clarín. En principio, por la vengativa obsesión de apresarla.

En simultáneo La Doctora signa, con su vigencia y centralidad, el fracaso temprano del Tercer Gobierno Radical. Específica responsabilidad que se le atribuye a Mauricio, aunque niegue haberse prodigado en polarizar con ella.

Para menoscabar a Massa, que lo atormenta descaradamente desde la campaña. Y para mantenerla viva, lo cual La Doctora lo logra por su cuenta y sin necesidad de ayuda.

La representación que aún conserva el ticket La Doctora-Scioli, en la provincia (inviable) de Buenos Aires, desespera a los republicanos enternecedores. Los que no admiten siquiera la posibilidad del fracaso. La post verdad que los rebela. Justo cuando la trituración insaciable del pasado inmediato deja de ser redituable.

Para sostener un discurso oficialista ya no basta con el “efecto comparativo”.

Son argumentos que “pierden impacto”, confirma Rosendo Fraga. Debe ponerse además algún mérito. Sin conformarse con anunciar, como si se tratara del ganador del Oscar, el fin de la recesión, según la simpática ocurrencia del ministro Dujovne, Bruno Gelber.

Las inocentadas del TGR combinan “omnipotencia con ingenuidad”. Lo confirma confidencialmente otro paladar negro del macrismo.

Los sucesivos escándalos desbarataron el relato diferenciador. Sea con los miserables papeles de Panamá, con las alcahueterías que bajan desde Brasil, con las desprolijidades obvias del Correo o de la aviación.

Pese a la yuxtaposición de intereses privados, comerciales y familiares, los republicanos enternecedores nunca deben aceptar que sus patologías puedan compararse con las patologías del kirchnerismo.

Aquellos que se fueron (los que amagan con volver), robaban porque son chorros. Saqueadores.

Los republicanos que se pegotean los dedos con membrillos son simplemente seres inexpertos que se equivocan, sin maldad.

La cuestión que, en menos de quince meses, al Presidente Macri se lo asocia con lo más cuestionable del Grupo Empresario que arrastra el karma del apellido. Y sin ninguna de las virtudes. Como la audacia inescrupulosa que le permite salir siempre del mal paso. Del quebranto transformado en triunfo. En cualquier gobierno. Sea peronista, militar, o -como el vigente- radical.

Nadie los quiere voltear

La desesperación de los republicanos enternecedores que se aferran a Macri aporta un marco de color al desmoronamiento (que no existe).

El TGR atraviesa el período de la adversidad transitoria. Debe recuperarse. Basta acertar con algunas medidas. Con no autogenerarse más escándalos.

Nada tiene enfrente el TGR que se proponga voltearlo. El adversario se había resignado a la derrota, se disponía a dejarlo hacer. A competir, entre sus figurones, para mostrar quién era el más eficiente dador voluntario de gobernabilidad.

Al cierre del despacho, el sector de la sociedad que los ungió dista de haberse hartado por los escándalos autogenerados. Todavía banca.

Aunque produzcan un gobierno vulnerable, sin emoción, adicto a la combinación de incompetencia e insustancialidad.

Los “omnipotentes ingenuos”, cargados de frases armadas y slogans huecos, se auto acosan con sus propios escándalos.

De ningún modo los acosa quienes amagan con la recuperación express, facilitada por la sumatoria de chantas que el TGR, antes que sea tarde, se resiste a suplir.

OPINIÓN

Nestor Scibona: Medio lleno y medio vacío

ENERNEWS/La Nación

Néstor O. Scibona

 

Por Néstor Scibona

La asimetría del Gobierno en la explicación de beneficios y costos desus políticas hace difícil lograr consensos en una sociedad dividida

Aunque lleva casi 15 meses al frente de la Casa Rosada, Mauricio Macri rara vez se aparta del tono optimista de su campaña electoral, con mensajes que resaltan beneficios a futuro y subestiman costos para alcanzarlos. Esta actitud lo llevó primero a dar por sobreentendidas las pesadas hipotecas heredadas de la era K y luego a pronosticar una "lluvia de inversiones" privadas, que permitiría dejar atrás el populismo kirchnerista arraigado en buena parte de la sociedad.

Macri es de los que invariablemente ven el vaso medio lleno y no le faltan motivos. Entre ellos, la rapidez con que puso fin al cepo y los controles cambiarios, al default parcial de la deuda, al aislamiento de la Argentina en el mundo, las retenciones, la adulteración de las estadísticas oficiales y el múltiple intervencionismo de Guillermo Moreno. Este giro se tradujo en el acceso a los mercados financieros externos y, más recientemente, en el exitoso resultado del blanqueo y una cosecha récord impulsada por mayores inversiones en el sector agropecuario pampeano, que aún no se hace sentir en los grandes centros urbanos.

A esto sumó el cambio de estilo político, a través del diálogo y la negociación con la oposición y los gobernadores para sancionar leyes propias pese a la minoría oficialista en el Congreso, así como la vuelta de las conferencias de prensa y el fin de las abrumadoras cadenas nacionales. Mientras el kirchnerismo se radicaliza y aísla como facción dentro del peronismo todavía sin liderazgo, todo esto es un activo para Macri. Que no deja de ser provisional, si se considera que errores propios como los de este verano deterioran su imagen y que el año electoral ya coloca a la oposición dialoguista en un rol de mayor confrontación.

Según cómo se mire, un vaso medio lleno es también un vaso medio vacío. Depende de las expectativas de la sociedad, dividida en partes casi iguales entre quienes confían en cambios aún inciertos que promuevan una economía más competitiva y quienes creen en el Estado benefactor y lo confunden con una fuente inagotable de recursos, por más que en los últimos años haya dejado a uno de cada tres argentinos en la pobreza y a una proporción mayor con carencias estructurales más difíciles y costosas de revertir.

Aquí, el gobierno de Cambiemos paga los costos de un exceso de facilismo. Hace 15 meses era evidente que debía atravesar un "campo minado", tras la deliberada política de Cristina Kirchner y Axel Kicillof de dejar la economía al borde de una crisis, sin que estallara. El Gobierno desactivó las minas que provocaban las restricciones externas e identificó otras que tardarán tiempo en ser neutralizadas para normalizarla. Una es la inflación reprimida por el fenomenal atraso tarifario, cubierto por subsidios estatales que superaron el 5% del PBI. Otra, el déficit fiscal, que sólo a fin de 2016 fue reconocido como insostenible a mediano plazo porque, si no baja, hipotecará el futuro económico. Pero así como CFK daba por válidas las estadísticas que ordenaba falsificar al Indec, Macri actúa como si los anuncios de políticas y proyectos a mediano y largo plazo ya fueran palpables. En el medio está la realidad, donde buena parte de la opinión pública sigue desconociendo la magnitud y costo de los problemas. Pocos asumen que en la década K el gasto público subió 15 puntos de PBI y no pudo ser cubierto por una presión tributaria récord de 12 puntos adicionales, que en 2016 bajó solo dos. No basta con mensajes por las redes sociales, ni con esporádicos reportajes de funcionarios.

Las metas decrecientes de déficit primario hasta 2019 anunciadas por el ministro Nicolás Dujovne apuntan a bajar el costo del financiamiento externo, que a corto plazo suaviza el ajuste fiscal y a más largo impacta sobre el déficit total. Otro tanto ocurre con la mayor transparencia y control sobre el gasto público. Aun así el alcance de estas decisiones, adoptadas en el arranque del año electoral, quedó más implícito que explícito. Por un lado, la baja del gasto basada en menores subsidios a la electricidad y el gas, ratifica el sendero ascendente de las tarifas con dos ajustes por año y afectará principalmente a sectores de clase media del Área Metropolitana de Buenos Aires, la de mayor número de votantes. Por otro, el Gobierno fijó como empleador la pauta de aumentos salariales alineados con la inflación futura.

La Casa Rosada necesitará mucha más comunicación para explicar el sentido de estas medidas, cuyo costo es inmediato en los bolsillos y su contrapartida de mayores inversiones públicas y privadas se verá con el tiempo. Por caso, es más valorable que el presidente del Banco Central haya admitido que se avecina un trimestre complicado para la inflación debido a estos ajustes tarifarios, que darlo por sobreentendido como el Gobierno lo hizo en 2016 con incrementos mucho mayores. De hecho, ya tiene asegurado el rechazo sindical, de las organizaciones sociales y del peronismo, como lo demuestran el paro docente y la marcha prevista para el 7 de marzo. En todo caso, la novedad es el incipiente rechazo al conflicto gremial docente en las redes sociales.

Macri llevó el vaso medio lleno en su primera visita oficial a España, donde consiguió el enfático apoyo político al rumbo económico y al primer aliado europeo para el demorado acuerdo de libre comercio entre el Mercosur y la UE, convulsionada por el Brexit y el proteccionismo de Donald Trump. Pero a la hora de hablar de inversiones, los empresarios españoles fueron más cautelosos. No solo pesan el "prontuario" argentino de inseguridad jurídica, cuyo extremo fue la expropiación de las acciones de Repsol en YPF (saldada luego por CFK con 5000 millones de dólares en bonos de deuda), sino también dos incógnitas a corto plazo. Una, el resultado de las próximas elecciones legislativas. Otra, el consenso político y social sobre reformas estructurales que permitan bajar la inflación y los altos costos internos en dólares.

No son pocas las compañías españolas que vienen explorando oportunidades en energías renovables, generación y transmisión eléctrica, gasoductos, autopistas, equipamiento ferroviario, telecomunicaciones, desarrollos inmobiliarios, financieros y software. El enorme déficit de infraestructura argentino, así como el régimen de participación público privada son alicientes para próximos contratos de suministro de equipos o servicios. Pero aunque coincidan con el rumbo económico, antes de hundir capital advierten que eso no ocurre de un día para otro.


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