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OPINIÓN
Escribe Alonso: La destrucción de Sodoma
27/05/2019
MINING PRESS/ENERNEWS

RICARDO ALONSO

Sabemos por la biblia, más concretamente por el libro del Génesis, que Jehová mandó a destruir las ciudades de Sodoma y Gomorra porque se habían envilecido en el pecado de la sodomía. Concretamente en Génesis 19 (23-26) se lee que "Jehová hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra".

La propia descripción dio lugar a varias interpretaciones en la búsqueda sobre cuál fue el fenómeno natural que efectivamente allí ocurrió. Para algunos pudo ser la explosión de algún reservorio de hidrocarburos a causa de un fenómeno telúrico, tal el caso de un terremoto. Azufre y fuego van bien en esa dirección.

Se habló de una gran tormenta eléctrica. Otros han buscado una explicación basada en un evento cósmico como la caída de un meteorito. La Tierra fue bombardeada periódicamente por objetos del espacio que causaron grandes desastres, entre ellos la extinción de los dinosaurios unos 66 millones de años atrás.

La hipótesis de que un meteorito golpeó las ciudades bíblicas estaba latente pero no se tenían pruebas fácticas. Luego de más de una década de excavaciones en Jordania, los arqueólogos empezaron a sospechar que la actual ciudad de Tall el-Hammam pudo ser nada menos que la bíblica Sodoma. La geografía del Viejo Testamento y sus precisas descripciones no dejan de ser sorprendentes. Liderados por los doctores Steven Collins y Phillip Silvia, un importante grupo de científicos entre los que participaron arqueólogos, geólogos, astrónomos, expertos en meteoritos, geoquímicos, historiadores y otros profesionales de New México Tech, Northern Arizona University, NC State University, Elizabeth City (NC) State University, DePaul University, Trinity Southwest University, the Comet Research Group, y Los Alamos National Laboratories, encontraron numerosas evidencias de un impacto potencial al norte del Mar Muerto.

De la Biblia a la ciencia

Las dataciones absolutas indican que hace 3.700 años, a finales de la Edad de Bronce, la planicie de Ghor, una llanura circular de 25 km cuadrados, resultó devastada por un fenómeno que obliteró la civilización en ese lugar.

Fue un evento súbito que causó la esterilización de los suelos en una región entonces fértil para trigo y cebada, la que quedó deshabitada por casi 600 años de acuerdo con los registros arqueológicos. Téngase presente que la comarca en cuestión tiene asentamientos que se remontan a 6.200 años de ocupación continuada y que al momento del probable evento cósmico contaba con unos 120 pequeños sitios donde vivían entre 40 y 60 mil habitantes.

Entre los hallazgos se encuentran numerosas piezas de cerámica que han sido vitrificadas de un solo lado, rocas cubiertas y englobadas con una capa vítrea de fusión, burbujas de vidrio con zircones, objetos que indican una direccionalidad manifiesta, una capa de suelo salino anhidra, entre otros elementos.

El conjunto indicaría que un evento explosivo con una impresionante ola de calor instantánea devastó una región de unos 500 kilómetros cuadrados de la actual Jordania y eliminó todas las ciudades y pueblos de esa comarca. Es interesante el comentario donde Abraham (Génesis 19:27-29) se da cuenta de la destrucción de Sodoma y Gomorra: "Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Jehová. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno".

Esto podría haber sido válido en una región volcánica que no es el caso de donde estuvieron emplazados los asentamientos bíblicos. Se calcula que el bólido levantó una ola frontal que arrojó salmueras del Mar Muerto sobre los campos vecinos creando una capa de sales anhidras que destruyeron el suelo y lo volvieron infértil por largo tiempo. En los perfiles de suelo se ve ese enriquecimiento salino. Probablemente algunos cuerpos humanos quedaron embebidos y resecos por la salmuera que se evaporó y los dejó momificados. La referencia bíblica a la mujer de Lot, que se volvió "estatua de sal", podría estar relacionada con dicho fenómeno.

Tunguska e Hirosima

Todo hace pensar en un impacto tipo Tunguska tal como el que ocurrió en Siberia en 1908. El bólido de Tunguska habría explotado en altura generando una onda de choque que arrasó con 80 millones de árboles de la estepa en un área de 2.500 km cuadrados. En el hipocentro los árboles permanecieron de pie pero a su alrededor quedaron todos acostados por la explosión a varios kilómetros a la redonda. Cuando finalmente pudieron llegar los geólogos al lugar encontraron además de los árboles que lucían como palitos de fósforos, los esqueletos fundidos de unos 1.500 renos. El impacto de Siberia fue tan violento que se rompieron vidrios en Londres.

La hipótesis de lo que aconteció en la región jordana de Tall el-Hammam es que un bólido explotó a un kilómetro de altura sobre el extremo norte del Mar Muerto generando una violenta onda de choque intensamente caliente. El efecto no habría sido muy diferente al que produjo la bomba atómica de Hiroshima aunque de mucha mayor energía.

También en el sitio arqueológico se encontraron pequeñas esferas de vidrio formadas por la fusión a muy elevadas temperaturas similares a las que se encontraron en las playas de Japón y que fueron definidas como "hiroshimaítas" por el geólogo suizo Mario Wannier y sus colaboradores, en un trabajo publicado en 2019 en la revista Antropoceno.

La pericia sobre vestigios

Entre los elementos que desenterraron los arqueólogos en Jordania se tiene una vasija de cerámica que tenía uno de sus lados fundido. Al estudiar la arcilla derretida y convertida en vidrio, dentro de una burbuja se encontraron cristales de zircón que solo pueden formarse a temperaturas superiores a los 2.000 grados centígrados.

Esto requiere de una ráfaga de calor intenso de breve duración, todo lo contrario a si ese elemento fuese el producto del incendio de un manantial petrolífero que puede arder por decenas de años y fundir todo a su alrededor.
El hallazgo de una roca fundida de más de medio kilogramo de peso y que engloba a tres tipos distintos de rocas envueltas en una capa de vidrio llevó a los investigadores a sospechar que se formó a una temperatura equivalente a unos 12.000 grados centígrados, durante unos pocos segundos, lo que apoya la explosión del bólido. También había allí cristales de zircón como los de la vasija de cerámica.

Otro dato de interés y que quita peso a las viejas teorías sobre un terremoto seguido de explosiones petrolíferas es que las dataciones de radiocarbono muestran que 3.700 años atrás desaparecen todas las paredes de adobe quedando solamente las estructuras o fundaciones de roca. Es como si la onda expansiva hubiera volado los adobes como papeles al viento dejando solo los cimientos de bloques pétreos.

La dinámica del Cosmos 

Los cálculos realizados para Tunguska indican que la energía liberada fue equivalente a mil bombas de Hiroshima y algo similar pudo haber ocurrido sobre la vieja Sodoma. Como se dijo no es la primera vez que pasa. En febrero de 2013 la ciudad de Cheliabinsk en Siberia fue testigo del paso de un meteorito que rompió miles de vidrios y dejó unas 1.600 personas heridas. Según cálculos de la NASA, un impacto cósmico de un objeto mayor de 50 m puede ocurrir una vez cada cien años. Están dando vuelta cerca de la órbita de la Tierra unos cien mil objetos entre meteoritos y bloques de hielo de los cuales al menos 1.000 se consideran potencialmente peligrosos.

La historia enseña que los impactos se han venido sucediendo desde el más profundo tiempo geológico aunque han disminuido en intensidad desde entonces. Sin embargo, los hallazgos de Tall el-Hammam donde concuerda el relato bíblico del Viejo Testamento con los descubrimientos arqueológicos, es un llamado de atención sobre el riesgo de un impacto cósmico en un área poblada que probablemente se repetirá. ¡Y lamentablemente no es una cuestión de si, sino de cuándo!


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews