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ANÁLISIS
Macri, Correogate y jubilaciones: La mirada de Laborda (La Nación) González (Clarín)
17/02/2017
MINING PRESS/ENERNEWS

El gobierno otra vez volvió a desandar decisiones polémicas. Mauricio Macri, acusado por las críticas y las encuestas, desactivó la decisión de reparar economicamente a las empresas de su padre.

También recalculó en la crítica decisión dde recategorizar jubilaciones.

Tras el anuncio presidencial, dos diarios afines al gobierno expresaron sus críticas al ala de los CEO's, que quedó en el ojo de la tormenta.


 

De la hipocresía kirchnerista a la chapucería oficial

LA NACIÓN

FERNANDO LABORDA

Desde antes de llegar a la Casa Rosada, Mauricio Macri era consciente de que dos estigmas lo perseguirían a lo largo de su gestión. El primero, ser el hijo de Franco Macri, un próspero empresario acostumbrado a hacer negocios con el Estado; el segundo, el prejuicio de muchos acerca de que el suyo iba a ser un gobierno para los ricos. En medio de las sospechas que desató el acuerdo gestado por su gobierno por la deuda del Correo Argentino, sorprendió que el Presidente iniciara su conferencia de prensa de ayer confesando su error de no haber pensado en mecanismos frente a controversias judiciales como ésta, en la que justamente su padre formaba parte. Ahora, el primer mandatario decidió dar marcha atrás con lo actuado por su ministro de Comunicaciones para volver a "foja cero" y dar participación al Congreso en la evaluación del expediente. Siempre es preferible corregir un error tardíamente a no enmendarlo nunca. Lo preocupante es que el Gobierno se enreda con llamativa frecuencia en sus propios errores no forzados.

Lo ocurrido con la resolución de la Anses de modificar la fórmula de cálculo de los aumentos jubilatorios, que derivó en un incremento en los haberes levemente menor que el previsto, es otro ejemplo de impericia e improvisación política, más allá de justificaciones técnicas que ni el más avezado de los comunicadores podría explicarle a un jubilado. Fue una decisión impensable en un gobierno que denodadamente trata de que no se lo asocie con la insensibilidad social. La decisión de dejar sin efecto esa resolución, que felizmente para Macri no llegó a ser publicada en el Boletín Oficial, le ahorra un problema al Gobierno, pero deja también la sensación de que un presidente no puede estar todo el tiempo deshaciendo lo que sus colaboradores anuncian 24 horas antes.

Tiene razón el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, cuando señala que no los pueden correr por veinte pesos -la aparente pérdida que iban a sufrir las jubilaciones mínimas si salía la anulada resolución de la Anses- quienes aplicaron una política previsional que con sus aumentos jubilatorios asimétricos llenó de juicios al Estado e ignoraron sistemáticamente las sentencias favorables a la clase pasiva.

La hipocresía de sectores kirchneristas que, cuando estuvieron en el gobierno, no dudaron en utilizar los recursos del Estado para favorecer negocios de la familia presidencial estuvo a la orden del día. Su estrategia es clara: persuadir a parte de la ciudadanía de que los dirigentes macristas no son diferentes a ellos. El mensaje, que apela al escepticismo general, es que todos son igualmente corruptos. Y si todos son corruptos, no hay acto de corrupción pública pasible de ser juzgado.

Es probable que la mayor parte de la sociedad no sepa con precisión qué se está discutiendo en torno del Correo ni de las supuestas inconsistencias de la ley que estableció la forma de ajustar los haberes jubilatorios. Pero la opinión pública se sensibiliza cuando escucha que el Gobierno estaría por condonarle una deuda a la familia del Presidente y que, al mismo tiempo, busca recortarles algún punto de aumento a los jubilados. Y si esto ocurre casi al mismo tiempo que se anuncian fuertes aumentos en peajes y en tarifas, nadie podría negar que, como mínimo, algunos funcionarios han pecado de ingenuidad política en un año electoral.

En la última sesión de la Cámara de Diputados, los legisladores kirchneristas hablaron durante horas como si la corrupción hubiese empezado en estos días. Difícilmente sea el kirchnerismo el que capitalice las chapucerías oficiales, pero hay otros sectores políticos, como el liderado por Sergio Massa y Margarita Stolbizer, que sí podrían hacerlo.

Elisa Carrió lo dijo con todas las letras: "La torpeza y la ineficiencia no pueden tener justificación".

 

 

Gobierno de Ceos, gobierno de pasantes

CLARÍN

FERNANDO GONZALEZ

"Yo no creo que sea el fin del mundo perder una elección. Porque no creo eso de que, si el oficialismo no gana las elecciones intermedias, se pone en juego la gobernabilidad”. La frase la dijo María Eugenia Vidal hace una semana. Pero los errores sucesivos del gobierno de Mauricio Macri, que hicieron eclosión con las patinadas ancestrales en los casos del Correo y el del disparatado redondeo negativo de las jubilaciones, demostraron que aquella profecía de la Gobernadora estaba equivocada. Aún en el estado catatónico en el que se encuentra el peronismo derrotado y sin líder a la vista, parece estar recuperando la capacidad de reconstruir su vocación de poder gracias a la habilidad del macrismo para autoflagelarse y diseñar su propio infierno.

Ni siquiera la mezcla explosiva de recesión e inflación que caracterizó al 2016 le hicieron tanto daño a la imagen del Presidente como la serie de desaciertos registrados en este febrero fatídico. La racha negativa comenzó con el error no forzado del feriado del 24 de marzo, en la que Macri repitió su ahora clásico “me equivoco y lo corrijo” para el Día de la Memoria. Un par de días después pasó a la posteridad el director de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, quien enterró en 15 minutos de TV su breve fama de funcionario incorruptible al afirmar sin pestañeos que la última dictadura militar no había planificado la saga de secuestros, muertes y desapariciones que conformaron el subsuelo del terrorismo de Estado.

Y, aunque hubo algunos otros episodios menores, la falta de timing político para manejar la brasa ardiente de la deuda de Correo Argentino y la falla imperdonable con el cálculo aritmético de las jubilaciones cerraron un mes de regalo que el peronismo jamás hubiera imaginado. El Gobierno de los Ceos, como se lo caracterizó socarronamente desde el comienzo de la gestión de Macri, parece más bien un Gobierno de pasantes. Un concepto que deslizó el diputado del PJ, Diego Bossio, y que provocó sonrisas en una reunión parlamentaria. Pero que ahora está tomándose mucho más en serio en las tertulias del poder.

El deterioro de la gestión macrista afecta al propio Presidente, quien ayer debió enfrentar personalmente la tormenta y anunciar en conferencia de prensa su enésima marcha atrás con los casos del Correo y de las jubilaciones. Pero, sobre todo, pone bajo presión al tridente que conforman el Jefe de Gabinete, Marcos Peña, y sus dos lugartenientes, los ex Ceos Mario Quintana y Gustavo Lopetegui. Es que todas las instancias políticas y económicas de la gestión macrista pasan por ellos y la sensación de barco a la deriva de las horas recientes es mucho más responsabilidad del trío empoderado que del ministro de Comunicaciones, Oscar Aguad, o del director de la Anses, Emilio Basavilbaso. Dos de los funcionarios que cometieron los graves errores o que, eventualmente, aceptaron cometerlos en nombre de la autoridad superior.

Macri necesitó utilizar el peso de la imagen presidencial para equilibrar el daño que no pudieron reparar las respuestas públicas de sus ministros. “Si quieren alguien infalible, busquen a otro”, desafió el Presidente, acudiendo a la metáfora del hombre común que le diseñó su consultor de cabecera, Jaime Durán Barba, y que tanto rédito le dio en la campaña presidencial. Pero la campaña no es la gestión. Y el abuso de la herramienta electoral del Presidente que comete errores y los reconoce ha envalentonado a un peronismo que goza de fosas nasales especiales para detectar el olor de la debilidad en sus contrincantes. Sobre todo cuando está fuera del poder y presiente la cercanía de nuevas oportunidades que le alimenten la fantasía de poder recuperarlo pronto. Raúl Alfonsín y Fernando De la Rúa padecieron esa intensidad.

Es que la actualidad del peronismo no puede ser más aciaga. Su dirigente más competitivo, Sergio Massa, lleva cuatro años fuera del movimiento y no ha mostrado intenciones de regresar. Todo lo contrario. Casi todos sus dirigentes lo siguen acompañando en el Frente Renovador y exhíbe en cada aparición pública la compañía energizante de Margarita Stolbizer. Los gobernadores del PJ luchan en tanto por sostener sus gestiones tras un lustro de recesión económica. Y sueñan con un escenario electoral en el que revaliden sus triunfos provinciales pero, aunque jamás lo confiesen, preferirían un resultado nacional que eclipse a sus dos mayores amenazas: Massa y Cristina Kirchner. Eso significaría, nada más y nada menos, que un triunfo del macrismo en la elección legislativa.

Por eso es que los diputados del massismo y los del peronismo moderado se abstuvieron en la votación del miércoles por la noche cuando se trató la ley de ART. Fue el modo de preservar el vínculo con el Gobierno que, sorprendentemente, contó también con el oportuno abandono del recinto que hizo el kirchnerismo. Sólo de ese modo, pudo aprobar una ley en medio del fuego graneado al que lo estaban sometiendo por el cambio en las jubilaciones. El clima era tan espeso en la Cámara de Diputados que Elisa Carrió se fue de su banca gritando exasperada contra Basavilbaso y diciéndole a sus compañeros de la Coalición Cívica: “Que se vayan todos a la reputa madre que los parió…”. Está claro que no es Cristina la única que improvisa el arte delicioso del insulto.

El febrero negro de Macri podría ser el comienzo del fin si el Gobierno insiste en prolongar la decadencia de estos días. O puede ser, por el contrario, una excelente enseñanza si se convierte en un punto de inflexión y contiene la hemorragia de los errores innecesarios. Que la pifiada en el cálculo de las jubilaciones sean“apenas 20 pesos”, como intentó simplificarlo Quintana, sólo deja al descubierto una distancia inconveniente entre el funcionario y las urgencias insatisfechas del ciudadano común. Los períodos de elecciones suelen ser momentos especiales de la Argentina en que, además de saber consultar las planillas de Excel, hay que aguzar el corazón para entender en qué dirección sopla el viento de las necesidades.


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*La información y las opiniones aquí publicados no reflejan necesariamente la línea editorial de Mining Press y EnerNews

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