Cumpliendo las sanciones de la ONU contra la última prueba nuclear de Corea del Norte, China empieza a cerrar el grifo que permite la supervivencia del régimen de Kim Jong-un. Pekín dejó desde este sábado de suministrarle gas condensado y gas natural licuado, al tiempo quedetiene sus importaciones textiles procedentes de Corea del Norte. A partir del 1 de octubre, China interrumpirá sus envíos de productos refinados de petróleo.
Con el fin de presionar a Pyongyang para que cese sus ensayos atómicos y de misiles, el objetivo es limitar sus provisiones a 500.000 barriles (60.000 toneladas) hasta el 1 de diciembre. A partir del 1 de enero, el suministro se reducirá a dos millones de barriles (240.000 toneladas) anuales, un tercio menos anual.
Pero Pekín seguirá proporcionándole crudo a través de su oleoducto en la frontera de Dandong-Sinuiju, por el que pasan más de medio millón de toneladas al año. Ante las críticas por permitir que el régimen norcoreano perviva con este petróleo, las autoridades chinas argumentan que no pueden cortar totalmente el suministro porque, en ese caso, no se podría volver a utilizar el oleoducto.
Con esta nueva ronda de sanciones, la novena desde que Corea del Norte llevó a cabo su primer ensayo nuclear en 2006, la ONU pretende cortar la financiación de Kim Jong-un. Para ello, está contando con el apoyo de China, único aliado que le queda a Pyongyang pese al evidente deterioro de sus relaciones, históricamente buenas.
Aunque no hay cifras oficiales, se calcula que su comercio bilateral, que representa el 92% de los negocios internacionales de Corea del Norte, asciende a 5.000 millones de euros. De ellos, Pyongyang podría perder más de mil millones por el veto a sus exportaciones textiles, que le reportan cada año 635 millones de euros más las divisas de sus trabajadores en el extranjero. Para obtener divisas, el régimen tiene 100.000 personas trabajando, fundamentalmente, en la construcción en pujantes ciudades del Golfo Pérsico como Dubái y Abu Dabi. Una vez que expiren los permisos de dichos obreros, deberán volver a Corea del Norte y Kim Jong-un perderá unos ingresos de 500 millones de euros anuales, ya que el régimen se queda con sus sueldos.
En medio de esta nueva crisis, este sábado saltaron las alarmas al detectarse un terremoto cerca del silo nuclear de Punggye-ri, donde el régimen lleva a cabo sus ensayos atómicos. De magnitud 3.2, la mitad de la fuerza del seísmo que provocó la última prueba el 3 de septiembre, fue a ras de tierra, lo que hizo sospechar a los expertos la detonación de una nueva bomba. Pero la falta de ondas sonoras y la escasa potencia del temblor, menor que todos los anteriores, indican que parece tratarse de un terremoto natural.
Así las cosas, este sábado varios bombarderos B-1B de las Fuerzas Aéreas estadounidenses sobrevolaron junto a sus cazas-escolta el espacio aéreo internacional más cercano a la costa oriental de Corea del Norte en un gesto de demostración de fuerza
